Desde las primeras notas del tema musical interpretado por Gaby Herrera, “Sábados de Gloria” dejó claro que apostaba por una propuesta distinta. La secuencia inicial, con los rostros del elenco principal, reforzó esta hipótesis: si bien su predecesora “Renacer” no había establecido un listón elevado, esta producción demostró que, aun con carencias y dificultades, se puede pensar y crear un producto de calidad, sólido y con identidad propia.
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11 junio 2025 |

Foto: Archivo.
Desde las primeras notas del tema musical interpretado por Gaby Herrera, “Sábados de Gloria” dejó claro que apostaba por una propuesta distinta. La secuencia inicial, con los rostros del elenco principal, reforzó esta hipótesis: si bien su predecesora “Renacer” no había establecido un listón elevado, esta producción demostró que, aun con carencias y dificultades, se puede pensar y crear un producto de calidad, sólido y con identidad propia.
La trama se centra en tres mujeres mayores de 40 años —un grupo etario tradicionalmente relegado a roles secundarios en la televisión—, explorando con sensibilidad los altibajos de sus vidas. Sus 60 capítulos se convirtieron en un testimonio sobre la resiliencia de la amistad femenina, presentando personajes imperfectos pero profundamente humanos, cuyas dinámicas se complementaban con naturalidad.
La construcción de las protagonistas destacó por su matiz psicológico: Rita (Yessie Guridi) encarnó la integridad y la templanza; Omara (Tahimi Alvariño), aunque irradiaba vitalidad y pasión, enfrentó la paradoja de lidiar con una enfermedad grave; y Karelia (Yudexi de la Torre) actuó como el equilibrio emocional del trío. Esta diversidad de personalidades enriqueció la narrativa y evitó que la historia cayera en arquetipos unidimensionales. Alvariño brilló con una actuación sobresaliente, aunque sin opacar a sus compañeras. Su química con De la Torre y Guridi fue palpable, creando un triángulo actoral donde ninguna eclipsó a las demás.
Los 60 capítulos –pocos para algunos– resultaron suficientes para mantener un ritmo ágil en la trama, desarrollar con profundidad a los personajes secundarios y resolver los conflictos sin alargarlos innecesariamente, a excepción de algunos como el “misterioso robo de las joyas”.
Aunque perfectible, “Sábados de gloria” sobresalió por su guion sólido, donde las subtramas y conflictos se resolvieron de manera orgánica, sin caer en ese recurso trillado de muchas ficciones en las que los problemas se solucionan de golpe en el último capítulo, sin coherencia ni verosimilitud. Las actuaciones fueron naturales y convincentes, respaldadas por una dirección de actores que entendía a fondo las motivaciones de cada personaje.
Respecto al elenco, sus arcos dramáticos evolucionaron de manera orgánica, lejos de ser planos, con motivaciones creíbles y acciones coherentes con sus perfiles psicológicos, como ocurrió con Manolo. Además, la diversidad representada fue auténtica y bien integrada.
Ante las críticas de que sus locaciones e historias no reflejan a la Cuba actual, cabe recordar que una telenovela es un producto de ficción, surgido de una idea inicial que luego se estructura en un guion. No pretende ser un espejo fiel de la realidad, aunque juega con elementos cercanos a ella. Incluso, en ciertos momentos, puede llegar a convertirse en una muestra de aspiraciones sociales o ideales colectivos.
En el ámbito técnico, se corrigieron varios fallos presentes en la telenovela anterior. “Sábados de gloria” logró un estilo visual cohesionado que reforzó la narrativa, con cortes y transiciones fluidas, además de una banda sonora que potenció las emociones en cada historia. Pese a ello, se repitieron errores puntuales, como inconsistencias en el vestuario de algunos personajes durante ciertas escenas –un desliz frecuente, casi característico, en producciones como Renacer.
Puede que recurrir a una boda como desenlace resulte repetitivo del melodrama –con villanos que pagaron sus culpas, historias de amor felices y finales cerrados–, pero el mérito radicó en cómo la telenovela respetó las decisiones afectivas de sus personajes. Ese fue otro acierto de “Sábados de gloria”: llevar a la pantalla realidades que generaron debate y rompieron con estereotipos, alejándose de los roles de género arcaicos que habían dominado otras producciones anteriores.
Temas cotidianos, algunos más crudos de lo que muchos esperarían, como la violencia de género, la delincuencia, los celos patológicos o el abuso infantil, se mezclaron con otros menos convencionales, demostrando que las relaciones basadas en el amor y el consentimiento merecen ser representadas en la televisión cubana.
Como bien dijo Carelia en el cierre —quizás con un toque de cliché, pero con una verdad indiscutible—, el mensaje final de la trama quedó claro: “La felicidad es una actitud ante la vida. Siempre ha estado ahí. Solo hay que evitar que se escape”. Por más sábados de gloria y esperanza en la televisión cubana.

Parte del elenco de Sábados de Gloria. Foto: Tahimi Alvariño/ Facebook
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Periodista de Cubadebate. Licenciada en Periodismo por la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (2019). Máster en Cultura Audiovisual por la Facultad Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes (2025). Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2022). Ha obtenido premios y menciones en el Concurso Nacional de Periodismo «26 de Julio». Contactos: thalyfuentes14@gmail.com. En Twitter: @ThalyFuentes
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